domingo, 29 de enero de 2012

CHÁ, CHÁ, CHÁ, NOCHE TROPICAL



La música nos llegaba directa, vibrantemente. En cuestión de unos minutos la mitad de aquel vecindario de la ciudad estaba en las ventanas mirando a aquellos norteamericanos que bailaban con las chicas. Allí de pie, codo con codo con los policías, en la acera sucia, asomándose por las ventanas con naturalidad e indiferencia. Más "mambo jambo", "Chatanooga de mambo", "Mambo número ocho"... Todas estas tremendas canciones resonaron y refulgieron en la misteriosa tarde dorada como sonidos que uno esperaría oír en el último día del mundo y el Segundo Advenimiento. Las trompetas eran tan estentóreas que pensé que se oirían claramente en el desierto -donde, en cualquier caso, ellas tenían su origen-. Los tambores habían enloquecido. Los montunos del piano nos caían encima como turbiones desde los altavoces. Los gritos del lider del grupo eran como grandes boqueadas en el aire. Los coros finales de trompeta que vinieron con apoteosis de percusión de conga y bongo -del gran disco enloquecido de Chatanooga- (...)


En la carretera, (Jack Kerouac).

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